sábado, 5 de septiembre de 2009

La rotación

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No me gusta el realismo ni menos el naturalismo, no entendía a esos autores, para mí, las obras debían ser fantásticas, debían hacernos olvidar el mundo en que vivimos aunque fuese por un rato… Esa era la magia, pero tal vez el sumirse en mundos que vemos pero que no miramos, o de los cuales nunca nos enteramos si no nos toca vivirlos, pueda tener algo de rescatable, puede que esos autores hayan querido hacernos pensar o hacer un llamado a nuestra conciencia, en esta última situación es donde me encuentro ahora.
Viernes 4 de Septiembre del 2009, como siempre estoy en el Hospital Dr. Sotero del Río. Camino al 4º piso me encuentro con algunas personas, la mayoría de ellos pueden ser pacientes esperando ser atendidos o más bien familiares de personas internadas, todos me siguen con la mirada cuando paso como esperando que les diga algo… a lo mejor solo quieren que les diga buenos días, pero la intensidad de sus miradas y el hecho de que todos lo hagan al mismo tiempo, sentados uno al lado del otro, me intimida y prefiero subir lo más rápido posible, en verdad sé que no puedo solucionar ninguno de sus problemas. Llego a la sala, son las 9 AM y nuestra tutora parece estar entre molesta y confundida… lo comento con mis compañeros y ninguno se explica porqué, pero tal vez por ser pollos nuevos nos sentimos algo culpables de una u otra manera… ninguno sabe si hicimos algo malo o no, pero el ambiente es un poco tenso.
No estamos todos los que debemos ser, faltan dos de nosotros, que seguramente están atrasados, pero sin querer perder más tiempo la doctora nos dice que bajemos a la urgencia y busquemos si hay "algo que ver". En el camino sigue sin hablarnos. El guardia que custodia la puerta de la urgencia nos abre mecánicamente y responde casi musitando a nuestros “Buenos días”.
Curiosamente el lugar se llama “SPA” (Sala de pacientes agudos…) y dentro del “SPA”, todo el mundo camina de un lado a otro de un pasillo que no recibe luz del sol, por lo que la iluminación es algo amarillenta, a pesar de eso, le da un toque cálido al lugar, el cual está interrumpido por entradas sin puerta a uno y otro lado y dando paso a salas donde están los pacientes que requieren supuestamente cuidados más especiales.
La doctora echa un vistazo a las primeras salas, pasamos por la de siempre, pero parece que no hay mucho que "ver", así que seguimos adelante hacia las salas del fondo que es donde cambia el panorama. Acá si llega la luz del exterior, pero como es invierno y las paredes están pintadas de un color “celestoso”, se ve húmedo y frío, cosa que intenta ser contrarrestada por un par de estufas a gas al medio de cada una de las dos salas.
La doctora se pone a revisar algunos papeles de un paciente de edad avanzada que tiene un letrero en la pared detrás de su cabeza que dice “Aislamiento de contacto”, y una pizarra que dice “Neumonía y compromiso de conciencia”, ella lo encuentra interesante pero le incomoda el letrerito del aislamiento, así que habla con una enfermera para que nos traiga pecheras, pecheras sin mangas  que lejos de proteger a los pacientes de las llamadas “Infecciones asociadas a la atención de salud”, se han convertido en un dogma para que los infectólogos no nos condenen a las penas del infierno si es que nos ven sin ellas… ¡ah! Y no nos olvidemos del sagrado lavado de manos y de los guantes.
Ya estamos todos, incluso los atrasados, así que disfrazados de algo raro, podemos comenzar… La doctora nos dice que primero debemos mirarlo: Es un señor de edad, 70 y algo años, que parece estar dormido, tiene una máscara de oxigeno puesta y está conectado a una máquina que monitorea sus signos vitales. Comentamos nuestra apreciaciones con la doctora mientras una señora en la cama de atrás trata de hablarle a cualquiera de las personas que transitan por la sala, incluidos nosotros… a mi me gustaría saber qué es lo que quiere, pero nuestra tutora no se inmuta y nos sigue hablando, al parecer hay q ignorarla… trato de poner atención a lo que dice la doctora, pero la señora sigue alegando y dice “¡Pero Dios mío que acá no puedo hablar con nadie!, ¡Hace dos días que no me dan ni una taza de té!” Y yo pienso entonces en lo importante que es para los pobres viejos una taza de té... pueden pasar hambre a veces pero nunca les falta su tacita de té para calentar el cuerpo o para “entretener la tripa”. Como la señora sigue gritando, se le acerca finalmente un doctor que le dice que ya le van a traer algo, pero que se espere… La señora ya está desesperada y hasta a mi me parece que las palabras del doctor son para hacer que se quede tranquila y que en ningún caso van a apurar la llegada del desayuno de la señora, la cual justo en ese momento tose, toma una palangana de la silla que tiene al lado de su cama y deja en ella una expectoración con sangre, luego se sume en un sopor… mediano, sentada, inclinada hacia adelante, con los ojos perdidos y la palangana en las manos.
En la cama de al lado un caballero también se queja, pero más bien parece que delira… tiene una sonda en la nariz que vaya diablos uno a saber dónde llega, pero por el cual sale mucho líquido, es como si vomitara por la nariz… el caballero dice algo así como: “Porqué yo, si yo no tengo la culpa”.
Vuelvo a nuestro paciente… comienza el examen físico y el caballero repentinamente vomita mucho liquido café… como cocacola sin gas, nos sorprende a todos, pero mientras nosotros nos corremos para atrás en un reflejo casi obvio, la doctora reacciona y lo da vuelta para un lado para que no se ahogue con su propio vómito… yo me siento mal por no haber reaccionado de una forma más diligente, pero tratamos de secar con toalla nova lo más que podemos su cara y su cuello, pero las sabanas quedan todas mojadas… no hay mucho que hacer… pregunto si podemos llamar a una enfermera para que las cambie, pero la doctora no me toma en cuenta y en eso hace su aparición una asistente social que yo confundí con doctora, por el delantal blanco que llevaba, pero su objetivo era saber de la condición del caballero que estábamos examinando, porque su familia venia de muy lejos y quería saber cuál era el estado de su pariente… La doctora dice que es primera vez que lo vemos así que no sabe mucho, y la despacha… no me fijé si la niña siguió esforzándose por obtener la información, porque el examen tenía que continuar.
La doctora nos muestra los reflejos “arcaicos” como le dice ella, de enganche de la mano… el paciente aprieta los dedos de la doctora igual que las guaguas, como aferrándose a algo y murmura unas palabras imposibles de descifrar. La doctora en ademán de mostrarnos la parte neurológica del examen físico general, le hace un par de preguntas al caballero el cual no responde correctamente… no nos puede decir su edad, ni donde estamos, ni como se llama… Continuamos…
Unos minutos después aparece la muerte a darse una vuelta por la sala, la muerte disfrazada de un cura añoso con un particular acento extranjero y dos hoyos en la cabeza, dos puntos separados por unos dos centímetros y que bajo ellos tienen dibujada una sonrisa con lápiz a pasta… la idea era formar una “carita feliz” en la pelá del cura… Entonces la muerte con un Smiley en la pelá, un guante en la mano izquierda (por que ni el cura se salva de la inquisición de los infectólogos en la batalla contra las infecciones intrahospitalarias) y un pocillo blanco con agua bendita en la derecha, le hace la unción de los enfermos a los pacientes como cual enfermera pasa tomando la presión… yo pensaba que era un ritual, pero este cura unta la mano enguantada en el agua y dibuja con ella una cruz en la mano del enfermo mientras musita unas palabras, luego hace una mosca en la ficha de la persona, como si registrase un signo vital, y pasa a la siguiente cama… Esta vez los “afortunados” de recibir los servicios del cura, son la señora del tecito y nuestro paciente… No sé si a los otros enfermos de la sala ya les había tocado recibir su unción o si alguien le dice al cura quienes son los más sentenciados, por eso me queda la duda si las personas que estoy viendo morirán luego o no, bueno, quién sabe...
Rato después el caballero levanta su brazo temblorosamente y se persigna murmurando una oración… no estaba tan comprometido de conciencia al parecer…
El paciente está frío… mal perfundido, recordando a Glen le digo a la doctora que habría que medirle el lactato, pero la doctora vota por la presión, no importa Glen, yo le sigo creyendo, solo que en otro lugar que no sea la Cato, al parecer será difícil que le vean su lactato…
No vale la pena que explique todos síntomas del caballero, solo puedo decir que al parecer sufría de: La maldita encefalopatía hepática que nos hace ver abuelitos completamente jodidos que si bien están así por borrachos, terminan con neumonía porque se ahogan respirando sus propios fluidos, ya sea vómito, ya sea solo saliva... una inocente diabetes que no parecía hacer mucho ruido y un corazón que latía como cualquier cosa… en todo caso… yo al menos opino que estaba cerca del shock o en una de esas etapas que alguna vez nos mostró Glen… Y ahí estaba, tirado en el “SPA”, con las sabanas húmedas de vomito.
Después de revisar su laboratorio, cumpliendo con “uno de los objetivos del curso”, nos vamos, son las 10:30 AM y a la señora aún no le llevan su té.
No hay nada que hacer por el señor… lo molestamos durante una hora y media con manos por aquí y por allá, sacando provecho para nuestro aprendizaje y por él nadie hace nada… La doctora dice que en una clínica la historia sería muy diferente… No tengo facultad para pedirle a nadie que haga nada, porque hasta la doctora se lava las manos y no creo que lo haga de mala o de insensible, si no que de realista... me quedo intencionalmente atrás y le aviso a la enfermera que la cama del paciente está mojada, me dice "ya, gracias", y se va...
Nos dependimos de nuestra tutora en la escalera que la va a llevar a su sala del 4º piso y nos vamos, aún quedan dos módulos de farmacología, uno de fisiopatología y dos de anatomía patológica.
Al fin del día antes de dormir, recuerdo la imagen de ese enfermo persignándose mientras manos completamente inexpertas lo recorrían por abdomen, tórax, cuello, brazos y piernas, entregado a su suerte, sin poder decir nada que alguien pueda comprender.

 
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